Desde el centro del campo, corriendo a la desesperada tras De Frutos, Jan Oblak observaba cómo el balón le propinaba una puñalada postrera. Segundos antes, había subido al área para encontrar un milagro y acabó en el suelo, entre los brazos de un defensa. Así fue el epitafio de la segunda derrota liguera del Atlético. La primera en un Wanda que se había erigido en la fortaleza (29 puntos) del aún líder, cuyo colchón ha perdido holgura en sólo una semana. El Levante se ha convertido en la némesis de un equipo que había encadenado nueve victorias y dos empates en sus últimos 11 partidos.
«Aquellos que son fuertes en los momentos malos son los que llegan al objetivo», reflexionaba Simeone tras la zancadilla. Paco López le había vuelto a dar réplica en apenas tres días, donde sólo el disparo de Marcos Llorente, envenenado por un defensa, sirvió como antídoto ante el conjunto valenciano. Por el camino, un buen puñado de ocasiones: el palo de Luis Suárez, las embestidas a un metro del portero o aquel putt al infinito de Correa en Valencia. Este sábado fueron 28 remates, 11 a puerta. Por tercer partido seguido, el infalible Suárez se quedó a cero. Un peaje que acabó pagando el Atlético.