Cuando Hernández Hernández pitó el final del derbi madrileño, Karim Benzema, brazalete en el brazo, sonrió, aliviado. El delantero francés había vuelto al once de Zinedine Zidane después de casi un mes lastrado por una lesión muscular sufrida el jueves 18 de febrero en un entrenamiento. En aquel momento pareció un simple toque de atención, unas molestias en el aductor izquierdo que no deberían haber ido a más, pero el paso de los días acrecentó el dolor del francés y la preocupación del club.
«No quiero arriesgar. No voy a arriesgar«, insistió Zidane rueda de prensa tras rueda de prensa. El entrenador galo ya ha visto demasiadas lesiones, demasiadas rehabilitaciones y demasiadas recaídas. Y la de Benzema, junto al percance de Carvajal a la media hora del partido ante el Valencia, le pusieron sobre aviso.
Y Karim no forzó. Se perdió la visita a Valladolid, el viaje a Bérgamo para los octavos de final de la Champions ante el Atalanta y el encuentro del Di Stéfano contra la Real Sociedad. Tres partidos en los que el Madrid sólo anotó tres goles y en los que el conjunto blanco echó mucho de menos a su delantero titular. Marcó Casemiro en Pucela, Mendy en Italia y Vinicius en el tramo final del duelo ante la Real. Y en el once, Zidane apostó por Mariano en los choques ligueros y por Isco como falso nueve en la eliminatoria continental. ¿El resultado? Brotes verdes a nivel de juego con el andaluz, pero sequía anotadora en los 270 minutos sin Benzema. Ni Mariano ni Hugo Duro fueron una solución de garantías.