El Atlético se acaba quemando

Lleva semanas el Atlético coqueteando con ese peligroso hábito que es navegar a contracorriente. Ya no parece tanto un accidente puntual, sino más bien una rutina que les obliga a moverse en el fango de la incertidumbre. Ocurrió hace tres días, en el Ciutat de Valencia, y el mismo Levante de Paco López acabó mandando a la hierba al líder, que perdió su primer partido en casa de la temporada, enredado entre la alambrada rival. Pegó primero Morales, remató en el descuento De Frutos (0-2), y los de Simeone, intocables hasta hace nada, se volvieron un equipo normal.

Porque, de nuevo, el rival, el Levante en este caso, volvió a propinar el primer zarpazo a los rojiblancos que, últimamente, tienen por costumbre arrancar aletargados. Golpeó a la media hora Morales, pero bien pudo haberlo hecho recién amanecido el duelo, con un contragolpe feroz que acabó silbando el poste derecho de Oblak. El esloveno se quedó a media salida y la zaga, desnuda por la insultante zancada del jugador levantino. Hasta Simeone se tapó los ojos para no ver el desenlace. No lo hizo a la media hora, donde el propio Morales, en carambola con Felipe y Hermoso, acabó echando abajo un muro cada vez más quebradizo. Por séptimo partido consecutivo, se descubría una nueva grieta. Algo desconocido en un equipo que asombró defensivamente hasta el ocaso de 2020.

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